Por FLAVIA SINIGAGLIESI/
Hay recuerdos difíciles de borrar, algunos muy lindos, y otros que a veces nos duelen solamente con traerlos a nuestra memoria.
También están los recuerdos que aunque fueron muy dolorosos, ahora son lejanos y uno puede contarlos, quizás como una manera de que los demás sepan que ahí están.
Y entonces… empecemos con el relato.
En mi casa la cena era y es el momento de reunión familiar más importante. Como buena familia italiana la comida es fundamental cuando somos más de dos. Pero esa noche, no era la comida lo que nos reunía alrededor de la mesa, sino la lectura de un libro que cambiaría nuestra historia.
Yo con mis 21 años, estando en 4to años de medicina., era la que leía en voz alta palabras tales como “autismo”, “encapsulamiento”, “madre freezer”, “retraso mental”, “aislamiento”.
Alrededor de la mesa eramos 10 en total: mi hermana y su marido que se habían venido a la casa de mis padres a vivir pues con sus 4 hijos ya no entraban en el departamento, mis padres , mi novio y yo. Todos estaban en absoluto silencio, los niños percibían que se estaba hablando de algo importante.
Mi hermana repentinamente se larga a llorar, mi cuñado se va, mi padre decía que el libro estaba equivocado y yo seguía leyendo. Cada uno con la reacción que podía, con la que se sentía más seguro.
El libro que leía era el de Psiquiatría Infantil de Ajurriaguerra; las pocas hojas que estaban dedicadas al autismo. Era el único libro que conseguimos cerca de la Facultad de Medicina que tenía dedicado exactamente 2 carillas a este tema.
Esa tarde un médico nombró por primera vez la palabra autismo, una palabra nunca escuchada por nosotros, pero que sonaba muy grave. Quizás fue la manera en que la dijo o la cara que puso, pero sabíamos que algo andaba muy mal.
Y asi nos enteramos que Charly era autista.
En ese momento Charly tenia 4 años y medio, ya pasaron 22 años